La prematura muerte de Enrique Curiel me trae recuerdos de tiempos relativamente jóvenes, en los cuales las esperanzas eran posibles, pero gente como él, las hicieron cuesta arriba. Conocí a Curiel en una reunión convocada por la que fue-es gran muñidora, Dña Crisitna Almeida, en el despacho que compartía con otros laboralistas en la calle Españoleto de Madrid. Creo que fue en 1980, cuando el PCE se deslizaba por la cuesta abajo del carrillismo rampante que hundió parte de las esperanzas de izquierda a partir de 1977. Expulsiones, purgas, sectarismo, desvertebración del PSUC... tuvieron como correlato la ruptura con el PCE de una parte cada mas amplia de la inteligenstia antifranquista que entró en el PCE no por marxista, sino porque era la única estructura organizada "centrista". Y con esa "inteligenstia" se fue todo la oleada de militantes que entraron en el PCE en los primeros tiempos de la Transición, seducidos por la imagen de modernidad y de tradición, que daban los Lerchundi, Almeida, Curiel, Zaldívar, Tamames y tantos otros.
Aquellas reuniones antidirección en aquel despacho, tenían como objeto contastar una vez mas el ¿qué hacer? ante una situación lastrada por la verdadera esencia del carrillismo, y que llevaría al PCE a los cuatro diputados de las Cortes de 1982. Todos los presentes, no mas de treinta, mirábamos a Curiel como si fuera el Santo Advenimiento. Esperábamos de él una acción decidida, tomar el timón de una izquierda que no podía sentirse cómoda con el carillismo, pero tampoco con el felipismo que ya afloraba maneras tras la conquista de cuotas de poder en ayuntamientos tras las primeras elecciones locales, y los primeros esbozos de autonomías, cuajadas ya de nacimiento de los errores que ahora percibimos como palmarios abusos.
Curiel era el "heredero" en pugna con otros que posiblemente se consideraban con mayor derecho, un hombre con prestigio suficiente en aquel momento como para haber significado tal vez una tercera vía que dignificara a la izquierda en España, tan ajena al sectarismo miserable que demostró Carrillo, como al "tó pal pueblo ( pero sin el pueblo)" que significó el felipe-guerrismo y que ha dado como sucedáneo al zapaterismo que sufrimos, siguiendo las inapelables leyes de Murphy y sus múltiples imitadores.
Pero Curiel se calló, y nada se hizo. Salvo pasarse al PSOE triunfal con armas y bagajes, la mayor parte de quienes en aquella reunión participábamos. Incluso el enemigo a batir, Carrillo, en un bucle que ni la Historia puede absolver y que las neuornas - que faltan - tampoco justifican. Curiel, que iba para heredero, se quedó en culiparlante, diputado, senador, etc, etc... pero mudo. Leo sus obituarios y sobre todo la expresión "no supieron aprovecharle". Hay un aexpresión de sarcasmo en mi boca, cuando recuerdo su silencio, la cobardía de todos los que allí estuvimos para hacer lo posible porque la izquierda española no basculara entre los EREs de Andalucía, y la nacionalización del Santander que propone Cayo Lara. Seguro que hubiéramos perdido la batalla, pero tendríamos mas dignidad.
1 comentario:
Bueno...
No sé si está bien hablar mal de alguien que acaba de fallecer.
Todos cometemos errores y seguro que Curiel cometió muchos, políticos y de toda índole.
Leyendo sus obituarios, me han sorprendido tres cosas: que en el psoe casi nadie se acordara de él, que sus antiguos camaradas (Llamazares) hablaran bien de él, y que pidiera ser enterrado con una bandera de "el partido".
Muchos, también, destacaban que fue una buena persona.
la juventud, la inexperiencia,la ambición de todo joven y además político, siempre hará cometer errores. Yo creo que la hora de la muerte es también la hora de pasar página y de recordar sus logros. Fue una persona, como tantos otros, que en las horas más duras del franquismo y la transición se jugó el tipo. Gracias a unas decenas de miles como él,la mayoría anónimos, estamos aquí. Con muchas asignaturas pendientes y problemas mal resueltos, sin duda, pero lo hicieron lo mejor que pudieron o supieron, y nadie pudo o supo hacerlo mejor. Tiene mi agradecimiento.
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