martes, 12 de febrero de 2008

ESTE PAÍS

Soy "hijo" del franquismo. De la Enciclopedia Alvárez y de la Formación del Espíritu Nacional. Mi temprana conciencia política, fruto de ser hijo biológico de vencidos por parte de padre y madre, me llevó a odiar de forma precoz la palabra España, la bandera rojigualda, la Marcha Real...todo aquello que tenía que ver con el oropel estomagante del franquismo. El marxismo de manual de mi juventud no me ayudó a superar ese odio y de forma irreflexiva asumí el derecho a la autodetermiación de los pueblos de España, como nos enseñaba el catecismo del Manifiesto-Programa. Me ha costado darme cuenta que la palabra España es hoy sinónimo de libertad. Qué allí donde no hay España, donde se se odia a España, flaquea la libertad o es inexistente cuando se vive en el silencio que propicia el miedo. Disiento de Savater: no "me la suda España" al menos mientras España sea lugar de asilo de la libertad.

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