lunes, 2 de mayo de 2011

KAROL WOJTYLA

Algunos pueblos, por haber sufrido grandes tragedias en su historia, tienen una cierta bula en nuestros tiempos. Los polacos son un ejemplo de ello, como los irlandeses o los israelíes. Y si les dejamos, ese será el camino de los catalanes, sin tragedia pero encantados sus políticos de ser los judíos del Mediterráneo Occidental ( Pujol dixit). A estos pueblos, por lo que han sufrido, se les permite ciertas licencias. La actual prepotencia israelí, o el idealizado IRA irlandés. Con respecto a Polonia, ¿que idea nos viene a la cabeza cuando evocamos Polonia ?: Chopin por encima de todo; desgarros nacionales en los tres repartos históricos; levantamientos románticos que terminan en los helados páramos siberianos; y el Papa anticomunista que derriba el Muro. Difícil que nos venga a la cabeza el polaco sentido como genocida por rusos y ucranianos; el polaco encantado de que los nazis les limpiaran de judíos el país; el polaco que siguió haciendo progroms tras el final de la II Guerra Mundial."El pianista", aquella magnífica película, es cierta, pero menos. Ejemplos simples, que están en los libros de Historia, accesibles, pero que nos cuesta poner en un pueblo que ha demostrado su capacidad de resistencia al invasor, de no dejar que su final como Estado se corresponda a su aniquilación como pueblo. Tan heroíco como abominable en muchos momentos de su historia.
Esa imagen de Polonia creo que es la que ha encarnado Karol Wojtyla en su relación con la historia reciente. Tal vez sin su inmediato reconocimiento de las "católicas" Eslovenia y Croacia, la guerra de los Balcanes que conllevó la dramática ruptura de Yugoeslavia, no hubiera tenido lugar. Y si la misma profética indignación que tuvo con las autoridades del "socialismo real", la hubiera tenido con las autoridades croatas, tal vez una parte significativa de la brutalidad de esa guerra, claramente genocida en muchos momentos, se hubiera ahorrado. Yo creo que esa es la culpa de Karol Wojtyla. Una culpa ante la Historia, no ante la fe.Sus últimos días fueron sobrecogedores, demostrativos de que la exhibición del dolor tiene un valor salvífico, diría que casi taumatúrgico. Nunca pensé que formaban parte de su alma del actor de teatro que nunca le abandonó. Me gustaría pensar que también formaba parte de la penitencia que era obligada tras su error. Sí fuera así su beatificación no me resultaría tan ideiferente.

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