En contestación a mi amigo Teo Andreu, cuya respuesta me obliga a contar una batallita:
Estuve en Argentina unos meses después del "corralito". Una situación que en dos semanas condujo a una pérdida del 70% del poder adquisitivo de la mayor parte de la población, la pauperización absoluta de los pobres, y dejar a la clase media en el borde mismo de la pobreza. Un psicólogo de Córdoba con el que coincidí en un congreso, me contó el proceso mas allá de lecciones de macroeconomía, la perfidia de los banqueros, la estulticia de los políticos, la rapacidad de la banca financiera y el papel siempre omnipresente en América Latina de la imperialista USA. Imaginen esta narración con ese decir argentino que lo hacía especialmente gracioso con todo su dramatismo. Cuento lo que recuerdo, tradición oral, aunque me imagino que caben un millón de apostillas.
"Hubo un acuerdo entre varios países del Cono Sur para "dolarizar" sus monedas: Argentina, Brasil, Paraguay y Chile. Cada una de sus monedas tenían el valor de un dólar a partir de una fecha concreta. En pocas fechas, todos ellos se dieron cuenta que la cosa no funcionaba, y comenzaron a devalúar respecto al dólar. Todas las naciones, menos Argentina. Lo cual significaba que los argentinos comenzaron a tener una mayor poder adquisitivo que sus vecinos, que se fue incrementando con el tiempo, dado que siguieron devaluando su moneda, haciendo a Argentina cada vez mas dependiente de sus economías. No sólo los argentinos iban a comprar carretadas a Chile, Paraguay y Brasil, sino que hundieron las empresas nacionales. ¿Cómo podía subsistir una empresa zapatera argentina, si se podía comprar el mismo producto en Río por la mitad de precio?. Para mantener el deficit y a los parados, Menem vendía empresas, ferrocarriles, teléfonos, lo que fuera. Nos íbamos a N.Y a comprar un fin de semana, y fuímos los argentinos a los que nos llamaron "gaimitu" ( give me two, deme dos)en las tiendas del Soho o en Macy's. Todos sabíamos que aquello no podía durar, que era imposible. Dijimos: "aprovéchate mientras dure, dos meses, tres meses...el problema es que duró mas de lo que pensamos...y se nos olvidó que no podía durar".
Era gracioso escuchar la repetición de aquel "se nos olvidó" que encerraba toda la capacidad autocrítica de la que era capaz mi interlocutor. Toda la responsabilidad de toda una sociedad, de toda una clase burguesa, ilustrada, psicoanalizada, hipercrítica consigo misma, pero tan narcisista, tan fascinada por el consumo que no supo decir ¡ basta !, antes de que hicieran un ejercicio de amnesia y de estupidez colectiva que les llevó a la ruína que todavía arrastran.
A nuestra sociedad también se le olvidó que un piso no podía revalorizarse un 25% cada año, pero decidimos creernos que la rebatiña iba a durar toda la vida. Nadie nos empujó a aceptar hipotecas imposibles, salvo nuestra propia avaricia, la de todos los que picamos en la red tendida por nuestra amnesia de pueblo pobre y austero. El narcisimo nos pudo. Los políticos, sobre todo el Gobierno, nos mintieron, no cabe otra palabra. Pero nos quisimos quedar enredados en su mentira, todos fuímos el rey desnudo. "Se nos olvidó". Pero no estamos dispuestos a reconocer esa responsabilidad. Es mas cómodo echarle la culpa a Botín.Aquel de "José Luis, llámame Emilio". Oigo hoy a Tomás Gómez delante de "José Luis" y me dan ganas de vomitar. Espero que no se me olvide su hipocresía.
3 comentarios:
Bonito cuento el argentino sobre la dolarización. ¿Y si cambiamos dolar por euro y analizamos la situación de España?
Ah, no, que entonces vemos que las políticas de la UE son neoliberales y pueden tener efectos adversos.
Estimado Espartaco. No hace falta que le diga que la moraleja del cuento está en la responsabilidad colectiva.¿Usted no la ve?
No estoy de acuerdo con este sistema actual que he colaborado en crear (pues he votado para ello), pero por ello no me voy a negar a pedirle lo que creo que me corresponde por ciudadano. Tengo ese derecho, que no privilegio.
Entiendo que nosotros, como personas habitantes de esta España, tenemos perfecto derecho a adquirir, por ejemplo, una casa para poder vivir, ya que no nos dejan hacerlo debajo del puente romano. Y aquí es donde entra el Sr. Botín (por ejemplo también). Aquel que dijo… “¿Crisis? ¿Qué crisis?” (¡!). Si quiero comprarme una casa, he de doblegarme a los caprichosos comisionistas desaforados de la Agencia Inmobiliaria (si hago uso de sus servicios), de las exigentes condiciones económicas claramente abusivas del constructor (si no me hago yo la casa como promotor, que esa es otra), de las elevadas minutas de los profesionales del registro y del notariado (de obligado cumplimiento), de los correspondientes impuestos (también obligados), del caro papeleo de la gestoría (si se lo encargo, porque en las ventanillas de la Administración me marean de un lado para otro) y, además, de aceptar todo lo que el banco me pone a la firma.
Por suerte o por desgracia no podemos sustraernos a vivir en esta “sociedad de consumo”, pero eso no indica que tenga que consumir todo lo que me ofrecen. Lo que me indigna es haber visto cómo poco a poco se inflaban los precios de la vivienda por la avaricia de los grandes constructores (y sigo con el ejemplo) sin que la Administración haya hecho algo para regularlo de una manera racional. Sí, ya sé que los sueldos también han subido pero… ¿en el mismo porcentaje?
Estamos en una economía libre de mercado, pero eso no quiere decir que otros hagan la vista gorda y permitan el abuso, propiciando que los bancos lo hayan aprovechado ofreciendo suculentas hipotecas a miles de familias, a sabiendas de que no podían pagarlas a medio o largo plazo.
¿El ciudadano? El ciudadano compra la casa porque le animan, o porque dice: ¿Y por qué no?”, o porque, dadas las circunstancias económicas del momento, puede hacerlo. ¿Hay algo malo en ello? Tal vez confía en que todo es normal pues la Administración nada dice, y se fía del banco. No es como el asunto de la nueva Rumasa o de Afinsa, donde el Ministerio de Economía se hartó de avisar sobre la imposibilidad de sus promesas. Sobre las hipotecas ningún aviso hubo. Ninguna advertencia. Y la gente compraba porque tenía un cierto poder adquisitivo, animados muchas veces por los propios bancos, que veían ahí el negocio delsiglo, sin pensar en más. Y ahí empezó este problema. Empujaban y animaban a todos. Hasta a los que no lo tuvieran claramente desahogado. Los entramparon con más del 30% de su sueldo (máximo que se permitía) llegando en muchos casos hasta el 100% del valor de la casa, inflando las tasaciones que ellos mismos imponían y cobraban al cliente. Pero pienso que no se puede culpar de ello a la gente, sino a los que, a sabiendas, les decían: adelante, podéis comprar, y si algún día no podéis pagar lo vendéis con un apreciable beneficio. ¡Valientes profetas! Entiendo que el problema de la crisis tiene muchos orígenes. Pienso que éste es uno de ellos. Y gordo, vistas las consecuencias creadas y los miles de desahucios en forma de tragedia para muchas familias. Ése es el origen, entre otros, de mi indignación.
¿Responsabilidad colectiva?. Tal vez. Pero en caso de serlo, que sea para todos. Un abrazo
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