No se si ha sido hoy el día de Europa. Me da pereza buscarlo. La decepción sobre Europa cabalga sobre los 220 puntos básicos que hoy separan nuestra deuda de la alemana, o los rumores ( ójala ) de rescate de Grecia o Portugal, con España y Bélgica en la próxima diana. La incapacidad de elaborar una contabilidad creíble para todos y cada una de las naciones de la C.E. Por no hablar de una política económica común. Las "sorpresas" del defícit griego y luso, las que vivimos cada día con nuestros ayuntamientos y comunidades autónomas. El engaño manifiesto sobre las cuentas, los enjuagues financieros de los gobiernos, de derecha y de izquierda que están llevando a la economía europea a un papel secundario dentro las nuevas relaciones económicas mundiales. La consecuencia es clara: la erosión del estado del bienestar, el gran logro gestado en la Europa imperialista, pero que supo mantener y ampliar gracias a su capacidad de mantener una competitividad suficiente en el mercado mundial, a la vez que convencer de los beneficios de la solidaridad. Cuando un gobierno engaña respecto a sus cuentas, invita a sus ciudadanos a ser unos mentirosos, a hacer del egoísmo el supremo interés.
Europa se suicida, lentamente, con la suavidad que dan estos tiempos de pensamiento - y acción - débil. Como esos otoños que minuto a minuto, erosionan el atardecer con la belleza de los rojos en el horizonte, enunciadores de la dura y precoz noche del invierno. Un fenómeno que se ve acelerado en estos momentos, por la creciente importancia de los nacionalistas en la vida pública europea. SALMOND en Escocia; los nombres imposibles de los partidos flamencos; MAS en Cataluña; URKULLU en el País Vasco; los cada vez mas preocupantes desgarros italianos. El inicio de un nuevo proceso de descontrucción europea, sensiblemente parecido a los que agitaron Europa durante todo el Siglo XIX y que nos llevaron a dos guerras civiles en 1914 y 1939, cuyas consecuencias hemos arrastrado hasta la caída del Muro y su correlato de divisiones y de odios mantenidos en muchas fronteras de Europa. Aquella fue propia del Oriente europeo, ésta de los países occidentales. Aquellas llevaron a Europa a perder su papel de centralidad en el mundo, en beneficio de poderes periféricos enfrentados casi hasta la extinción. Éstas incrementarán las dificultades para mantener la dignidad y la relevancia en un mundo que puede tener varios polos, pero que es cada vez mas subsidiario de los dos grandes poderes, China y USA.
El despotismo ruso, otomano, hausburgués, fue el motor de los nacionalismos del Siglo XIX, empujados por dos grandes nacionalismos en confrontación en Europa, el alemán y el francés. Nacen docenas de países, que no admiten a las minorías que son "ajenas" a la nación por excelencia, aunque tuvieran raíces en el territorio tan antiguas como los propios luchadores por la libertad nacional. Franceses o alemanes en Alsacia y Lorena; Húngaros en Rumanía, en el Banato o en Eslovaquia; Rutenos en Polonia; alemanes en Polonia, en Transilvania o en el Volga; turcos en Bulgaria o en Grecia; griegos en Turquía; gitanos y judíos en todas partes. Frontera a frontera, Europa fue un avispero gracias a los nacionalismos. Sus consecuencias, dos docenas de millones de muertos en la I Guerra Mundial; mas de cincuenta en la II; ¿ cuánto dolor tras esa II Guerra Mundial, mantenido en la división europea durante casi cincuenta años ?.
Somos mas civilizados, o mas cobardes, y no es previsible que se repita un drama como esas grandes conflagraciones. Los dos grandes países europeos, Francia y Alemania, son curiosamente aquellos que menos dificultades centrífugas padecen. Alemania ninguna, y nacionalismos como el corso, el bretón o el vasco, son apenas picotazos para el gran gallo francés. Ambos países tienen que estar mas inquietos por sus amplias minorías musulmanas que por los movimientos centrífugos de sus nacionalismos. A ellos, en el cortoplazo, les viene bien la degradación de la vida política y económica que significa el nacionalismo escocés o irlandés para el Reino Unido; el vasco y el catalán para España; la ridícula Padania para Italia. Alemanes y franceses, por ese orden, seguirán siendo los que determinen el futuro administrativo y económico de una Europa que vuelve otra vez a vivir el nacionalismo, la particularidad excluyente, como un valor. El daño de las dos guerras civiles del Siglo XX, terrible Siglo XX, está olvidado, como sus causas. Y el pueblo qu eolvida su Historia, está condenado a repetirlo. Sin el dramatismo de antaño, pero dejándonos pelos en la gatera.
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