viernes, 8 de julio de 2011

DIARIO VIAJERO. CÓRDOBA

Qué rápidamente se ajan las banderas vencidas. Sólo cinco días después de la graciosa donación a S. Sebastián, Córdoba la gran derrotada, luce azul por todas partes, el color de la bandera europea, elegido como fondo para su candidatura a Capital Cultural europea de 2016. Pero es un azul polvoriento, marchito, exangüe, que habla de un sueño pretérito y ya olvidado. El cuello de los personajes de las estatuas lucen un pañuelo azul, desde el Gran Capitán de las Tendillas, hasta el Maimónides de la callada Plaza Tiberíades, una cohorte que forma una peña de vuelta de una feria fracasada, arrasada por un juego político que no deja lugar más que para la contestación callada de la gente y el espasmo de la clase política en los periódicos locales. Estoy a punto de creer en el senequismo como esencia de esta gente abrasada por el bochorno de este día. Los tópicos funcionan, y la quietud es el fondo insondable de esta Judería que recoge mis pasos, casi con vergüenza para que no se noten, para que no se oigan, para que no disturben el silencio.

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