domingo, 10 de abril de 2011

LA PEOR HERENCIA

Los ocho años de Rodríguez Zapatero y de sus palmeros, nos dejarán una peor herencia que cuatro millones de parados, un empobrecimiento generalizado de una cifra de dos dígitos, tal vez un 30%, y toda una generación ( "la mejor preparada de toda la historia de España", ja )parada o exilada. Lo peor es la pérdida de esperanza en el país, en este país tan duramente modelado por la historia que llamamos España. Se reía el pucelano vengonzante de las profecías de quienes advertían-mos que siguiendo su estela, este país no tenía futuro. Hoy la clase política catalana, ha dado el salto cualitativo en la tarea de cavar la fosa que separará Cataluña del resto de España. La ansiedad de Ortega se comienza a cumplir en el tiempo de quien prometía que con la aprobación del Estatuto de Cataluña, "España está mas fuerte que nunca" a la vez que discutía qué era una nación, siempre y cuando no fuese otra que la española.

La peor herencia de Rodríguez Zapatero es que el PSOE no le sobevivirá mucho tiempo tras el comienzo de fractura que anuncia el PSC, subido en parte al tren de un independentismo cada vez mas descarado en su mentira histórica propiciadora del victimismo. Las célebres balanzas fiscales hacen el papel de la "puñalada por la espalda" que tanto juego dio a la derecha alemana que alumbró en su seno al huevo de la serpiente. Ni el PSOE sobrevivirá al relativismo moral, o directamente inmoral de una parte del PS vasco, empeñado en la necesidad de hacerse perdonar no tener suficiente Rh negativo entre sus miembros. Ni sobrevirá a la posición caribeña de un PS andaluz, enfangado en el mas vergonzoso caciquismo, cuando se dicen defender los valores tradicionales de la izquierda, la igualdad al frente. Y sin un PSOE fuerte, este país, en esta tesitura tiene menos futuro que la Yugoslavia postitista. La vanidad infinita de Rubalcaba me temo que se verá colmada con un traspaso de poderes.

No llegaremos a las manos, no se sí por civilización o por pura desidia, pero es un futuro lleno de miseria material y sobre todo moral. Pero en vez de movilizarnos,comenzar a pelear al menos por la verdad, dejémosnos llevar por la inmediatez de la Semana Santa, después... Diós dirá. El fatalismo ha sido nuestra seña de identidad en los dos últimos siglos, desde que el francés nos hizo sentir un pueblo, pero a la vez nos castró para siempre la capacidad para serlo.

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