viernes, 4 de febrero de 2011

MARÍA





Schneider.... Aunque estuve vinculado a Figueras, menos de 70 kms de Perpiñán, en la época de la efervescencia de “El último tango en París”, el franquismo me hizo el favor de dejarme sin pasaporte hasta finales de 1975, lo que me permitió ver la película descontextualizada del “escándalo”. Y haber apreciado, con delectación rumiativa la magnífica música del Gato Barbieri, que se dejó en aquella cinta la práctica totalidad de su genio.

Tuve que ver la película un par de veces seguidas, para poder apreciar el duro mensaje antiburgués que la anima, y que la hace para mí una película existencialista, y anarcoide, en el mejor sentido de la palabra. La carnalidad, el deseo, la búsqueda compulsiva del otro, se des-prende del conocimiento de la identidad. El orden burgués exige saber del partenaire: su nombre, ya es un dato; su profesión, la capacidad adquisitiva que se deriva de ella; su contexto social, cultural, biográfico. La relación entre María y Brando, ¡ que actuación la suya! , va creciendo en un impetuoso sin límites mientras se mantiene en el campo de lo instintivo, de lo mas primariamente emocional, que es el deseo.

Pero llega el momento en que Brando desea darse a conocer, y con ello, conocer a la otra, ese contexto que nos facilita la relación en el orden burgués. Y todo se acaba, cuando el deseo de dar continuidad biográfica a la relación, nos coloca a cada uno en su sitio: la jovencita burguesa y el maduro descreído de clase social indefinida. El enfrentamiento del futuro amable en la visión conservadora de la vida – aún permitiéndose la fractura sexual con la cultura de los padres - , o el futuro definido solo por la pasión y la entrega, y la posibilidad inaceptable del “contigo pan y cebolla...”. Ese enfrentamiento que marca el punto de no retorno del deseo de uno solo, en la escena arrebatadora pero dura como una violación, de la masturbación en la sala de baile. A partir de ese momento, solo queda la posibilidad de la muerte. Así nos tomábamos las cosas a finales de los 60, cuando lo viejo no acababa de morir y o nuevo no tenía fuerza para nacer. Camus no estaba tan lejos, y "Taxi Driver" demasiado cerca.

Nos quedamos a medio camino. No arrumbamos el orden burgués, pero la sexualidad se descarnó de contenidos emocionales. Hoy una nueva María, tendría un “rollo de finde”, sin mas dramatismo que un intento de suicidio por ingesta de psicofármacos, atendido con cierto desprecio en cualquier servicio de urgencias. María, víctima de su éxito, siguió el camino errático de los vientos cambiantes. Brando, genial, no tuvo que hacer mucho esfuerzo para serlo en la primera parte de la película ( la sodomía incluída ). Su genialidad se demuestra en la segunda parte, cuando el sentimiento se apodera de él hasta hacerle el guiñapo que a veces, nos obliga a convertirnos el corazón. Y nos convence.

Hay que ver la película de nuevo. Y van.... María lo merece. Los clásicos pensaban que decir el nombre de los muertos, les hacía revivir unos pálidos momentos en el frío averno. Espero que reviva cuando vuelva a ver la película un día de éstos.

1 comentario:

J.T. Andreu dijo...

La ví ya en democracia por eso de que estuvo prohibida por el franquismo, con el meapilas de Arias Salgado a la cabeza, y no me salieron cuernos ni rabo. ¿Eso es todo?, pensé cuando salí refiriéndome al escándalo pornográfico que decían emanaba de sus pocas escenas de ese matiz. El resto, casi toda la cinta, fabulosa en su desarrollo y, como dicen ahora, en su contenido. La volví a ver hace poco por TV. ¡Quién me lo iba a decir!