Occidente no ve mas allá de la influencia que tendrá la revolución árabe en el aumento del precio del petróleo, y las consecuencias sobre el incipiente renacimiento económico.Sobre todo Europa se debate en un "como sí", marca de agua de los impotentes, de esas estructuras límite ligadas a la ambivalencia. Sí, pero este no es el momento; sí, pero no tenemos clara la salida; si, pero no sabemos sino será para peor. Contra Gadafi todo es más fácil, a pesar del "perdón" generalizado que se hizo al terrorista, al "outsider" con pinta y ánimo de bufón.

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Ben Alí o Murabak pisaban moqueta en la Internacional Socialista. Barhein es objeto de deseo de la flota USA en el Golfo Pérsico y sale en papel couché, gracias a la Fórmula 1 y al no menos bufonesco Ecclestone. ¿Qué decir de las dictaduras feudales de la penínusla arábiga?. Cuidado con el sultán marroquí, no hay que molestar demasiado. Las pateras están demasido cerca, y qué decir de Ceuta y Melilla.
El Islam tiene como color representativo el verde, el mismo color que la esperanza. Pero nada ha sido tan inesperado como el furor de las masas árabes, ni tan impreciso como su futuro.
Solo parece claro el futuro inmediato de los hoteleros de la Canarias y de la Costa del Sol. Pescar en río revuelto, se llama la figura. Nuevamente Europa cada vez más la Europa de los mercaderes.
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