miércoles, 17 de diciembre de 2008

HACIA SOCIEDAD ANÓMICA

Uno de los hallazgos más felices de la Sociología es el término y la definición de anomia, que ha tenido un amplio desarrollo desde que DURKHEIM acuñó el término en la sociedad finisecular del Siglo XIX. No quiero entrar en los detalles de la definición del sociólogo y en las múltiples relecturas que el término ha tenido en terrenos tan dispares como la política o la psiquiatría. Me quiero quedar con lo que considero la esencia de la anomia, la forzada contradicción entre los valores que se predican y la realidad que se lleva a la práctica. Algo cercano a la hipocresía, que se reviste de un manto ético capaz de ocultar o justificar cualquier tipo de acción, por inmoral que sea. Cuando la sociedad hace de la anomia la norma, el engaño, el falseamiento de la realidad s constituye en la práctica común. El precio a pagar lo tenemos cada día mas presente, desde la foto del mus tras el asesinato de Uría como ejemplo extremo, al silencio del "oasis" mediático catalán ante la pérdida creciente de libertad.
El último ejemplo palmario ha tenido su escenario en el Parlamento español. El mismo día en que la Europa con la que se llenan la boca alguno de nuestros políticos, decide que ANV y PCTV forman parte de la lista de organizaciones terroristas, la mayoría parlamentaria encabezada por el PSOE, rechaza la propuesta de ROSA DÍEZ para disolver los ayuntamientos de ANV en el País Vasco y en Navarra. Lo leguleyo, en su peor acepción, se impone no solo a lo ètico, sino a lo propio del sentido común. No basta una sentencia del Tribunal Supremo, ni la adjetivación de las autoridades europeas, para hacer que la oportunidad política se imponga sobre la simple decencia democrática. La oportunidad de la jugada - BERMEJO dixit - exigía torcer el sentido común, la ley, la congruencia, para hacer "como qué" era ROSA DÍEZ la debeladora de la norma. Solo faltó el apoyo del PP a la opción de ROSA DÍEZ, para tenerlo todo claro, basados en el sectarismo que ha llevado a la acción política a la caricatura.
La sociedad tiene la opción de liberarse de la farsa del teatro, de la contradicción flagrante que paso a paso nos llevan a la foto del mus o al silencio justificador. Tiene la obligación de dejar de ser protagonista ¿pasiva? de la construcción de esta sociedad anómica a que nos invitan cada día unos líderes intalados en la hipocresía y en la falta de criterios éticos. Somos humanos, no ángeles, y una cierta "cantidad" de contradicción es soportable. ¿Pero tanta?.

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