martes, 29 de enero de 2008

LA ROTONDA

Desde hace unos años, llegar de Huesca a Zaragoza se ha convertido en un agradable paseo. En poco más de media hora sin temer a los radares, se pueden atisbar las torres del Pilar. Unos pocos baches que machacan las lumbares, feas verrugas para una carretera tan joven, no estropean la felicidad de un viaje tan cómodo. Hasta hace unos pocos meses este idílico paseo podía estropearse fácilmente gracias a un obstáculo que suponía una garantía de atasco a según qué horas. La rotonda de la MAZ. Ora hacia Zaragoza, ora hacia Huesca, coincidentes a veces las detenciones, la rotonda se había convertido en la pesadilla previsible, temida. Cuando se construía ya sufrimos la afrenta de unas obras interminables, pero sobre todo la predicción de que aquello no podía funcionar ante la avalancha del tráfico diario por ese punto, sobresaturado los domingos por la noche cuando los zaragozanos vuelven después de haber tomado aire en el Pirineo. No hacía falta ser técnico en flujos de tráfico para darse cuenta del dislate. Cuando así se le hizo saber al político de turno, dio la explicación políticamente correcta que justificaba dicha obra y siguió haciendo oídos sordos a quienes profetizaban el previsible atasco. La explicación, tal vez la recuerden, y sino lo hacen se la proporciono: llegábamos y abandonábamos demasiado rápido a Zaragoza y había que "urbanizar" la entrada a la ciudad, yendo a los 50 ó 60 km. que se permiten en la misma. Recuerda aquella famosa boutade que se atribuye a Mangada un concejal del Ayuntamiento de Tierno Galván, hijo de aquel eficaz coronel del Ejército Republicano: cuando se le preguntaba porqué no encaraba las obras necesarias de la M 40 dada la notoria insuficiencia de la M 30, afirmaba que "para qué si el capitalismo está agonizando y el modelo basado en el coche individual tiene sus días contados". Si non e vero e bien trovato, pero lo cierto es que Mangada desapareció del mapa político matritense.
La rotonda de la MAZ costó un montón de dinero, entonces todavía en pesetas y ya desde el primer día – y soy testigo – demostró su incapacidad para hacer accesible la entrada en Zaragoza. Días, meses, años de atascos, de minutos perdidos, de contaminación agravada, de adrenalina despilfarrada. Algún accidente, gracioso aquél de los cerdos corriendo la rotonda, pero nada grato para tanto conductor deseoso de llegar a su casa, a su trabajo, disfrutar su tiempo de ocio, entorpecidos todos ellos por el trágala políticamente correcto eso sí, del autocalificado gestor de turno.
La rotonda de la MAZ ha durado pocos años, tal vez haya llegado al lustro, y han comenzado de nuevo unas obras, nuevamente interminables, peligrosas -prueben a pasar a la vez que un camión y sientan el vértigo de la aventura - y sobre todo caras, doblemente gravosas, porque pagamos más de dos veces por lo que la lógica pedía desde el primer momento. La placidez del viaje se ve enturbiada a la llegada y a la salida por la metáfora de la incapacidad de un político que no le tiembla el pulso para seguir firmando proyectos y decretos y al que nadie ha pedido responsabilidades por las horas perdidas, la paciencia aniquilada y el dinero gastado.
Podemos trasladar el hecho Rotonda de la MAZ a tantas y tantas obras públicas, responsabilidad de unos y de otros, tanto monta, y decir que así no queremos ser gobernados, desde la incapacidad sin deuda, desde la arbitrariedad sin castigo político, desde el despilfarro de lo público sin reprobación. Hacen falta ciudadanos en este país nuestro donde las Rotondas de MAZ afloran con la facilidad que les permite nuestra indiferencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bueno la rotanda a los que bamos por trabajo nos ha facilitado tiempo, pero ¿ y el enfermo de huesca con las rotondas? ¿enfermo? o intenta distraer otros temas urbanisticos,generando polemica con las las las las las rotondas.

Anónimo dijo...

se nota que has cambiado de partido. Los de izquierda unida se preocupan del tren a Zaragoza, tu del coche. ¿has cambiado de partido, y también de nivel de vida?