Me viene a la cabeza el cuadro de Dalí con sus relojes laxos, derrumbándose por los bordes de las mesas como fallidas gelatinas, cuando leo la pérdida de España de su puesto en el ranking de los países mas potentes del mundo a favor de Brasil, mientras nos miran a menos de medio cuerpo otros dos países emergentes que en el plazo máximo de tres meses nos dejarán en un puesto apostólico. Mientras el FMI altera los nervios de las Ministra de Economía retratando un perfil menos favorable que el del Gobierno, el Tesoro se ve obligado a dar mas rentabilidad a sus letras a tres años,condicionando para una generación el pago de un deuda. Un débito que a pesar de lo que digan es una losa cuando se suma a la factura del paro, una comparación que nunca hace el Gobierno cuando saca pecho por nuestro puesto como país deudor en comparación de "otros de nuestro entorno": una doble soga siempre es mas segura que una sola soga,aunque sea mas larga.
Una España flácida,coartada su capacidad de reacción por un endiablado calendario electoral, poco amable con la cordura y sobre todo con la verdad. El tiempo se detiene en época preelectoral, no es le momento de tomar decisiones dolorosas, no sea que las estructuras de poder se debiliten si a los votantes les contamos la verdad.Pongamos el caso, el tema de las pensiones, enredados nuestros diputados en si son galgos o podencos, cuando simplemente es la ruína. El "Dios aprieta pero no ahoga" es el día a día de nuestra clase política dirigente a pesar de todo su caudal laicista.
El Sr. Presidente del Banco de España, capullo en su momento, se ha tornado en un deslenguado, aliado del peor discurso aznarita cuando hace las autonomías un problema mayor que la solución que supusieron durante la ya cada mas lejana y ajada Transición. La racionalidad alemana que impuso la devolución al estado de competencias que encarecían el proyecto "nacional" ( cuidado con la palabra ) alemán, es imposible en un país tan escasamente flexible como el nuestro, donde el "Sta Rita,Sta Rita..." se impone aunque las competencias nos lleven a la ruína, por no hablar de la disolución de la que habla melifluamente Mas y de forma más clara, mentecatos como Puigcercós o Laporta.
Flácida España, inconsistente España. Leo últimamente libros sobre la decadencia de Venecia: fue tan bella como irreparable. Aquí la estética es la de Belén Esteban y la operación Malaya. Hasta en eso la decadencia carece de grandeza. Veo los escaparates de "Mango" en la Plaza de Navarra ( ¿o de Zaragoza? ): todas las maniquíes visten tonos marrones. Justo en este momento, disfrazándose de realidad.
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