domingo, 22 de febrero de 2009

LADY AVIACO CABALGA DE NUEVO

En mis años puberales, casi antes de que existiera la pubertad como etapa vital diferenciada, MIGUEL STROGOFF, el valiente correo del Zar, era uno de mis héroes favoritos, leído y releído hasta desvertebrar aquél áspero libro de Editorial Molino. Irkutsk, el destino del héroe, ocupó un lugar en mi imaginario geográfico tan valioso como Camelot. En las parcas enciclopedias de entonces, había muy poca información sobre ese prodigio natural que es el Lago Baikal e Irkutsk no dejó de rodearse del halo mágico que le daba su insondable profundidad, y aquella foca perdida a miles de kilómetros del Océano Pacífico. Para mí el Angara era el Amazonas helado y límpido que me trasportaba a la ciudad de los sueños.

A Irkutsk ha ido la Ministra de Fomento aparentemente aprender como enfrentarse la frío, a las nevadas, a las heladas. Contradiciendo el paradigma del calentamiento global que es la principal obsesión de su jefe, manto que tapa todas sus carencias, ha decidido que las nevadas serán no solo copiosas, sino siberianas, y la inefable MAGDALENA ha cogido su bono-avión y ha decidido ir a aprender donde se debe. Como si ella misma tuviera que sentarse a bordo de l máquina quitanieve en el Aeropuerto de Barajas, aquella máquina que calentaba motores esperando que se cumpliera la hora en punto de la nevada mientras los copos tapaban la puerta del garage.

No le bastaba a la arriscada Ministra de Obras Públicas, mandar un equipo de técnicos a Berlín o o a Estocolmo para aprender como se enfrentan esos aeropuertos a la contingencia de la nieve. O simplemente hacer una videoconferencia en estos tiempos de crisis, aprovechando que la técnica avanza que es una barbaridad. No. A la Sra. Ministra le gustan las cosas en directo, y si ella las puede protagonizar, mejor que mejor. Y si hay que hacer 9.000 kilómetros, para qué dejar ese esfuerzo a otros.

Tengo para mí que la Sra. Ministra, tenía también a MIGUEL STROGOFF como uno de sus héroes favoritos. Y que el Lago Baikal era tan valiosa en su imaginario puberal como una Meca para un musulmán. Ella podrá ver las aguas del Angara, que no será ya un río límpido tras el desastre ecológico que dejó tras de sí la URSS. Pero no recuperará la vista como el correo del Zar en la última y tramposa peripecia con la que JULIO VERNE nos permitió cartigar al malo, malísimo. La Sra. Ministra, Lady Aviaco, para sus envidiosos detractores, tiene vista de halcón.

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