domingo, 5 de abril de 2009

LA CITA

Hay novelas decimonónicas cuya única temática es la cita. Todo gira en torno al momento en que la chica, ojos azules, tirabuzones rubios, miriñaques y enaguas crepitantes, se encontrará con su enamorado, que sabe sin saberlo, que ha dejado la semilla del amor con su sola presencia, con el único aura de su nombre. Desde Emma Bovary, hasta Anna Karenina, como ejemplos sublimes de la hojarasca romanticona que ha llegado hasta los personajes de Corín Tellado, hablen o no en bable. La cita, que concitaba el interés de los fatuos caballeros del Sur, alrededor del planeta Scarlata, la cita, como ejemplo de como entregar un corazón, una dignidad, incluso un virgo, al altar del amor.
Hoy la cita, tiene un entorno mas predecible. No se espera la hora de la siesta para encontrarse a solas con el amado, sino la hora de abrir los telediarios. No importa el contenido de la cita, sino la cita misma, publicitada, cacareada, redundada, parodiando a McLuhan en aquello del medio es el mensaje. Olvidaremos el yankee go home para entonar el bienvenido Mr. Marshall. El problema es que ya antes de la cita, nos ha costado un montón de pasta tener contento al amado, que no parece dispuesto ni a gastarse en las flores del ramo. Las sonrisas son gratis, menos las del que hace de la cita el eje básico de su actuación. Diez fotos, varios telediarios, borran cien mil parados, el manguerazo a las cajas de ahorro, las promesas incumplidas, las profecías vacuas. La cita ha llegado y algunos somos injustos de no percatarnos de lo felices que seremos tras la preceptiva escena del sofá.

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