domingo, 25 de marzo de 2012

PUERTAS QUE SE CIERRAN

Debo a mi padre mi dedicación a la lectura. Él, tronchada la vida por la Guerra Civil, no pudo leer todo lo que hubiera deseado, pero le recuerdo muchas tardes en aquella portería de Calvo Sotelo, leyendo con avidez una pequeñas biografías y obras de historia en una colección que lo dice todo, "Pulga". O aque pulp fiction nacional de novelas baratas del FBI que se cambiaban por una perra en los kioskos. Un día, tenría yo menos de diez años, le sorprendí guardando algunos libros en una armario. No podía ser de otra manera, cuando tuve ocasión indagué que escondía. Suponía que eran libros que yo no podía leer por mi edad. Y como conocía sus horarios, me entregué a aquellos libros prohibidos, de los que destacó un libro sobre el Holocausto, basado en las actas del primer juicio de Nuremberg. En España, 1960, todavía era "Vencedores y vencidos" y no se publicaba demasiado sobre aquellos hechos, dada la connivencia del franquismo con el nazismo. Pero aquel libro, sí hablaba sin ambages de lo sucedido y tengo en mi memoria párrafos enteros de tantas atrocidades, dificilmente comprensibles para mí. Y desde entonces,imaginen el impacto sobre una mente infantil, el Holocausto se convirtió para mí en una necesidad, un tema exhaustivo, necesario de conocer para poder comprender como puede alimentarse tanta maldad, de donde nace tanta crueldad. Y no he dejado de leer sobre el tema, y de llegar a la conclusión de que solo a través del nacionalismo, al mito que lo anima, a las mentiras que alimentan su fuego devorador.
Antes de que los nazis una vez tomado el poder, mataran a un judío, quemaran los libros de autores judíos, inauguraran un campo de "trabajo", hicieron algo que es la huella intercambiable entre todos los nacionalismos. Los niños alemanes desde mitad del Siglo XIX aprenden a leer con una poesía de Heine, Lorelei, un mítico peñón en el curso del Rhin que se asocia con una bella leyenda y una ninfa de nombre Lorelei. Era imposible arrancar Lorelei del cancionero romántico alemán, y los nazis hicieron que Heine, judío, integrado y convertido al cristianismo, desapareciera como autor de Lorelei. Los libros infantiles editados durante el nazismo conservaban Lorelei, pero su autor era "anónimo". Ésto, tan simple, explica todo lo que vino después.
Largo excurso para hablar de una noticia que ha pasado casi desapercibida en la prensa salvo en algún medio digital. El Ayuntamiento de Basauri, en Vizcaya, regido por un alcalde del PNV, está dispuesto a quitar el nombre de dos colegios, uno nombrado "Velázquez" y otro "Lope de Vega-Calderón". Ocho votos del PNV y tres de Bildu lo han decidido. Acudo a una fuente progresista, que desconocía,para que no se pueda hablar de la tendenciosidad de algunos medios digitales. No es muy diferente el criterio que aplicaron los nazis con Heine, al que determina el consejo escolar y el alcalde que quieren privar de su snombres universales a los colegios de Basauri. Al menos cabe el consuelo de que una habitante de aquella villa vizcaína se apercibe del ridículo y encabeza con su nombre, Soraya Morla, la petición de no se perpetre la barbaridad.Gracias a Soraya se puede creer en el género humano, como gracias a gente como Fest se pudo creer en alguna esperanza ara Alemania.
Pero Basuari es otra puerta que se me cierra. No quiero pasear por una calle y pensar que uno de cada dos adultos que me cruzo se sienten avergonzados de que Velázquez, Lope o Calderón rotulen sus colegios. Puertas que se cierran, como las que oferta Oriol Pujol y su hueste soberanista, mintiendo, faltando a la verdad histórica y sociológica. Aquella Cataluña de mi primera juventud, tan abierta, pero escondiendo el huevo de la serpiente.

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