Hablo de Tomás Gómez, el hombre que prefirió intentar ser cabeza de león a riesgo de ser apéndice vertebral, a seguir siendo cabeza de ratón, aunque ésta fuese tan golosa como ser la de la alcaldía con mayor respaldo popular de España. Se convirtió en un hombre camaleón. Cuando D. José era todavía Pepiño y su verbo se cuajaba de insultos a diestra y alabanzas sin tino a siniestra, Tomás como buen subalterno, arreaba la badana sin compasión a Dña. Espe, el segundo objetivo, Aznar siempre como primera opción, de la chispa infinita del chico de la tierra de la idem. Cuando Pepiño dejó de serlo transmutándose en D. José, y Dña. Espe pasó a ser interlocutora privilegiada del Sr. Ministro, Tomás rebajó el tono de las críticas y se acomodó a la senda de la real politik que se ordenaba desde Ferraz. Este camuflarse con el paisaje, ha hecho que Tomás Gómez no haya sido capaz de labrarse un lugar en ese imaginario colectivo que tan importante es de cara a unas elecciones fundamentales para el PSOE como son las autonómicas y municipales de 2011. Y además tiene la mala suerte de ser un chico normal, que no destaca por nada, una cara que se olvida a los cinco minutos de pura normalidad, sin el glamour exigible a un candidato en estos tiempos tan mediáticos. Como se ha encargado en decir el mismo Rodríguez Zapatero, un “candidato bueno”, él no pone después el “pero”, pero se sobreentiende sin esfuerzo ninguno que tras el calificativo viene el “pero” mental, no expresado verbalmente, pero meridiano en su expresión contextual.
Pobre Tomás, ante la alabanza que este país siempre dedicamos a los moribundos, a los muertos, aunque en vida haya sido un perfecto canalla o un completo idiota. Ese “bueno” dicho de la forma en que se ha dicho, a la vez que se lanzan otros nombres a la palestra electoral por la misma boca, parece la certificación de una muerte anunciada. La kryptonita, pobre Tomás que tal vez llegó a los Simpsom, pero no a Superman, ha llegado en el verbo fecundo del Presidente del Gobierno, dedicado a ser un Saturno suave, soft como mandan los tiempos, al que se propias víctimas ayudan en la labor de aderezo antes de ser engullidas. ¿Peleará Tomás?. No lo creo. En este país la dignidad es un bien demasiado escaso entre la casta política, reflejo hipertrofiado de la propia falta de dignidad de la ciudadanía. Ante unas elecciones perdidas de antemano, primará por las alturas la alabanza al jefe para mantener un puesto adecuado en las listas, y en las bajuras la ausencia de autocrítica hará que el primer tiempo de saludo se mantenga ante el deseo del jefe, aunque éste sea sacrificar al pobre Tomás, tan buen chico, tan obediente, tan poco molesto, pero por ello mismo prescindible.
Es Agosto, no es momento para pesimismos. Incluso dicen que el otoño no será tan duro como se preveía, con el malo e la peli, el “mercado”. de vacaciones en algún paraíso fiscal. Otros “malos”, los controladores aéreos, se convertirán en la diana perfecta para el cabreo del personal, una fina labor de bolillos de D. José para que nos olvidemos de sus recortes. No hay nada mejor que tener un malo oficial a mano, incluso en una época en que la crisis lleva a la mayor parte de la población a restringir sus vacaciones y el impacto real de la huelga no sea socialmente tan grave como lo fue la del Metro de Madrid, tan alabada por algún miembro relevante del Gobierno. Es tiempo de olvidarse de los millones de euros que Millet le pasaba a Convergencia, o de los que la Caixa perdonaba al PSC. Incluso viene Michelle, y Marbella se borra el tatuaje friki del gilismo. ¿Quién puede ser pesimista en estos tiempos?. Incluso el pobre Tomás tiene la obligación de alegrar la cara antes de que lleguen adelantados sus Idus de Marzo.
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